Julio C. Palencia

Desde las puertas no clausuradas de la memoria, desde el árbol vigoroso del amor y la rebeldía, vienes hermosa, hermana mía, en tu cumpleaños.

Hay buenas nuevas en la familia. A nuestra hermana Karla le ha nacido una niña pelirroja y bella que ha traído nuevos brillos a la casa grande de mi padre y mi madre. Ya conoce usted a mi madre, siempre de aspecto grave y siempre dispuesta a darlo todo. Dijo que no crearía otro nieto, pero tiene todas las ganas de hacerlo. Mi padre, aunque cerca, siempre lejano, como si pensara la manera de hacer la revolución en estos tiempos aciagos de democracia mentirosa y quebradiza: una adivinanza que no tiene respuesta cierta en sociedades raquíticas como la nuestra.

La verdad es que estamos contentos, se nos nota y quise ser el primero en darle la noticia.

Se parece mucho a usted, Rosita*. La cara redonda es inconfundible, como de tortuga descubriendo a cada paso el mundo. Y unos ojos enormes parecidos a los suyos, de un verdor tibio y sereno, de alta mar en calma. Apenas nació, pero ya la imagino de dos años, con una cola vertical en el centro de su cabecita, simulando una palmera. Así la recuerdo a usted… En el mar hay una palma con las ramas hasta el suelo, donde se van a llorar los que no tienen consuelo… y usted, de año y medio, y yo, de cinco, caminando de la mano.

Me imagino defendiéndola cuando nuestros primos la hacían llorar y sin padre ni madre a la vista, tomaba su mano y le decía “Vámonos para mi tasa…” Siempre fui trabado de lengua. Ahora nada más me pasa cuando estoy enamorado, se me retrae la lengua. Fueron duros y divertidos aquellos días, los conservo en carne viva.

Y hablando de niños, pues usted sin duda es la primera en saber que su cumpleaños ya llegó. Conservo intacta su imagen de niña, cuando nos tocó migrar a la capital. Fue difícil, ¿verdad? Para mí todos los 1 de agosto son días de celebrar, días de júbilo y agradecimiento. Y sí, es por usted. Usted es para mí alegría, voluntad, entereza y belleza, todas juntas de una manera que pocas veces se da.

De Guatemala, ¿qué le digo? Usted sabe mejor que yo como está el país. Usted mora en la totalidad de ese territorio y yo no soy más un exiliado. Por voluntad propia, transterrado. Lo que sí le digo es que el país sigue siendo una pesadilla recurrente, una tristeza que no acaba, un purgatorio rebautizado. Dicen que mejoran las cosas y es probable que así sea, para algunos. Y se acostumbran a defender su pedacito, su lenes más o menos seguros y de ser posible un buen hueso con gobiernos de poca monta y mucho engaño. Usted sabe, no es fácil Guatemala.

Me llena de contento su cumpleaños. Y de orgullo. Si tuviéramos permitido re-nacer, la elegiría de nuevo como mi hermana.

Usted es mi Remedios La Bella. Así está usted pintada en la memoria imborrable de mi niño: hermosa, rebelde, sensible, decidida, a sus pocos y ya envejecidos 18 años.

Ese febrero de 1984 de todos los años la raptó el ejército de su casa en la zona 8, la sacó vomitando sangre, la despareció físicamente. Fue un mísero triunfo para ellos, gente de alma diminuta y rastrera. Orgullo y rebeldía, futuro y amor, patria y libertad es la materia de su gesto, patria imaginada que no terminamos de parir aún y que a veces parece que se aleja.

Usted es mi Rosita, La Bella, de 18 años recién cumplidos. Detuve el tiempo, lo confisqué a los asesinos.

Nos tocó sobre llevar la suerte maltrecha de esta patria que no levanta, de memoria inversa y campo propicio para el dictador y la miseria, fábrica de desprecio hacia el prójimo.

Yo estoy alegre y sé muy bien que usted lo está. Hoy es su cumpleaños y eso es suficiente para iniciar la celebración. En donde se encuentre, un beso grande grande de todos. Nuestra sobrinita mueve su mano regordeta y me gusta imaginar que la saluda a usted.

Con amor, de su hermano.

* Rosa Luxemburgo Palencia Morales fue secuestrada por el ejército de Guatemala en 1984. Forma parte de los desaparecidos-detenidos.